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Hay noches que nacen para ser recordadas. La del homenaje a Lionel Messi, por ejemplo, cuando el fútbol argentino se arrodilló ante su máximo prócer. Y, como todo héroe tiene su espejo, en el mundo del pádel el equivalente es el Mago Spagnoletta, cuya leyenda es tan grande que hace temblar hasta los flejes de la cancha.
Fue en ese contexto místico, con el eco de la ovación a Messi todavía vibrando en el aire y con el generoso auspicio de las bodegas argentinas (que la noche anterior habían hidratado copiosamente a Las Dos Torres), que se jugó este partido cargado de épica, risas y resacas.
Primer set: las torres en ruinas
El frío de la noche no ayudó, pero lo que realmente jugaba en contra de Las Dos Torres era la fermentación alcohólica todavía activa en sus organismos. Músculos pesados, reflejos de tortuga y miradas vidriosas. En ese panorama, Los Mágicos desplegaron su pócima de pases y golpes quirúrgicos para llevarse un 6-3 claro, como diciendo: “hoy no hay milagro que te salve, ni aunque seas Reserva 2010 con etiqueta dorada”.
Segundo set: resucitados a malbec
Pero he aquí que las bodegas sponsors no ponen plata al divino botón. El segundo set mostró a Las Dos Torres revitalizados, como si cada gota de vino ingerida en la noche previa se hubiese transformado en energía cinética. El Cañón de Zelaya se movía como si hubiera rejuvenecido veinte años y el padre del Mjolnir parecía haber sintetizado adrenalina pura en el laboratorio. Resultado: un 4-6 a favor de las torres que dejó al público en claro que el mosto, en algunas personas, es más efectivo que el Gatorade.
Tercer set: paternidad deportiva
El último capítulo fue digno de tragedia griega y comedia familiar. La puesta en orden comenzó cuando el Magopp sacó un tiro de la galera, enviando sutilmente fuera de la pista la pelota casi al ras de la red, un golpe mágico que dejó a todos con la boca abierta y a las torres tambaleando en su propia ilusión.
Los Mágicos se adelantaron 5-1 y ya todo parecía terminado. Pero en un gesto paternal —ese que todo padre tiene cuando deja que el hijo gane un par de carreras para que no llore—, aflojaron la soga. Las torres, ingenuas, se inflaron de ilusión y llegaron al 6-6, convencidas de que podían torcer la historia.
Fue en ese preciso instante cuando Los Mágicos miraron a sus rivales y, con la serenidad de un padre cansado de los berrinches, les dijeron metafóricamente: “hasta acá llegaste, nene”. Y así, con golpes secos, categóricos y humillantes, sellaron un 9-7 que no dejó lugar a dudas sobre quién manda en la pista.
Epílogo
El público aplaudió, las bodegas se comprometieron a aumentar la hidratación prepartido y Messi, desde algún palco imaginario, sonrió. Porque si él es el padre del fútbol, está claro que Los Mágicos son los padres del pádel.
